Un 5 de noviembre de 1982, después de cinco años de exilio, “La Negra” regresó a su provincia y volvió a subir a un escenario tucumano. Su voz, su emoción y el fervor popular anunciaron el final de una época oscura en la Argentina. Este repaso se basa en el material histórico publicado por La Gaceta. La foto utilizada fue difundida por ese medio.
El 5 de noviembre de 1982 quedó grabado en la memoria tucumana y argentina. Ese día, Mercedes Sosa regresó oficialmente a su tierra luego del exilio que sufrió durante la dictadura militar. Después de años viviendo y cantando lejos de casa, volvió para reencontrarse con su gente, con sus escenarios y con su identidad cultural.
Tal como registró La Gaceta, la artista brindó una conferencia de prensa en el hotel Metropol, donde dejó una frase que sintetizó la emoción y la herida de esos años: “Creía que había perdido mi patria, pero no fue así”. Su regreso coincidió con los últimos meses del régimen y la expectativa creciente de una Argentina que buscaba recuperar su libertad.
Desde su llegada, Tucumán la abrazó. Familiares, admiradores y agrupaciones tradicionalistas la acompañaron en caravana hasta el centro. Flores, aplausos y lágrimas marcaron su retorno. Había pasado el tiempo, pero su voz seguía siendo la misma: profunda, fuerte, inconfundible.
El concierto en la cancha de San Martín fue histórico. Mercedes combinó su repertorio folclórico con nuevas influencias y abrió espacio al rock nacional, interpretando canciones de Charly García. “Inconsciente colectivo” resonó como un himno anticipado de libertad, mientras desde las tribunas se escuchaba el reclamo popular por el fin de la dictadura.
La emoción alcanzó su punto más alto con “Al Jardín de la República” y “Sólo le pido a Dios”. Miles de voces se unieron y antorchas encendidas acompañaron un momento cargado de memoria, dolor y esperanza. La Guerra de Malvinas había dejado heridas abiertas, y la canción de León Gieco se había convertido en refugio colectivo.
Aquella noche dejó una certeza: la voz de Mercedes Sosa era más que un sonido. Era identidad, era resistencia, era pueblo. Tucumán la vio nacer, Argentina la vio partir y volver, y América entera la adoptó como símbolo.
Foto publicada originalmente por La Gaceta.
